viernes, 7 de mayo de 2010

Círculo de angustia IV (1948)

Noche sin despertar en que me hundiera
un tenebroso sueño que, obstinado,
a mi triste dormir ha sentenciado
humeante gris que terminar espera.

Sin calor ni matiz, mi pobre esfera
a la esfera del mundo ha contemplado;
su eterna pequeñez ha equilibrado
al presentir la inmensidad de afuera.

Padece mi alma en redondez terrible:
tiene lo suyo y además, lo adverso.
Lo mínimo a lo grande hace accesible.

En resignada claridad inmerso,
mi espíritu reunió lo incompatible:
Mi nada... y el total del universo.


Estos versos remiten a las curvas, a lo redondo y a la continuidad. Aquí el contraste está de nuevo presente, pero en este caso es entre lo inmenso y lo insignificante.

La primera estrofa trata del mundo onírico y de la forma en la que éste impacta la vida de las personas como escape o resaltador de emociones. En este caso es un sueño tenebroso, un sueño que sentencia el triste dormir, un dormir que remite a la depresión y desmotivación. Esta desmotivación tiene continuidad a lo largo de las demás estrofas en las que el yo poético se mimetiza con una esfera sin calor ni color (matiz), una esfera insignificante comparada con la inmensidad de la esfera terrestre.

La esfera insignificante, según la voz poética, es un cúmulo de lo que es y lo adverso que tiene, remitiendo a la naturaleza misma de la existencia humana: cosas buenas, cosas adversas y cosas que simplemente son.

Finalmente habla de la simbiosis entre lo pequeño y lo grande, que aunque según el yo poético insignificante, el todo está hecho de muchos “nadas” que en realidad son individuos. Y qué manera tan magistral de terminar, concientizando su insignificancia y contrastándola con el universo…

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